Mecanismos para la cura Espiritual
La mediumnidad de cura ofrece al médium las posibilidades de curar a un ser enfermo, buscando fluidos en fuentes energéticas de la naturaleza. ¿Pero será que las enfermedades kármicas también pueden ser curadas espiritualmente?
La mediumnidad de cura es la capacidad poseída por ciertos médiums de curar molestias por sí mismos, provocando reacciones reparadoras de tejidos y órganos del cuerpo humano, inclusive a las oriundas de influencias espiritual. Así como existen médiums que emiten fluidos propios para la producción de efectos físicos concretos (ectoplasmia), tenemos igualmente a los médiums que emiten fluidos que operan todas las reparaciones arribas referidas.
En la esencia, el fluido es siempre el mismo, una sustancia cósmica fundamental. Pero sus propiedades y efectos varían inmensamente, conforme la naturaleza de la fuente generadora inmediata, de la vibración específica y, en muchos casos (como este de cura, por ejemplo), del sentimiento que procede el acto de la emisión. La diferencia entre los dos fenómenos es que en el primer caso (ectoplasmia), el fluido es pesado, denso, propio para la elaboración de formas o producción de efectos objetivos por condensación, al paso que en el segundo (curas), el es sutilizado, radiante, propio para alterar condiciones vibratorias ya existentes.
Médium curador
Más allá del magnetismo propio, el médium curador goza de la aptitud de captar esos fluidos leves y benignos en las fuentes energéticas de la naturaleza, irradiándolos enseguida sobre el enfermo, revigorizando órganos, normalizando funciones, destruyendo placas y formas ovoides fluídicas producidos tanto por la auto-obsesión como por influencias directas.
El médium se coloca en contacto con esas fuentes al orar y al concentrarse, animado por el deseo de hacer una caridad evangélica. Como la ley de amor es la que preside todos los actos de la vida espiritual superior, él se coloca en condiciones de vibrar en consonancia con todas las actividades universales de la creación, encadenando fuerzas de alto poder constructivo que vierten sobre él y se transfieren al enfermo. A su vez, éste se colocó en la misma sintonía vibratoria por medio de la fe o de la esperanza.
Los fluidos radiantes interpenetran el cuerpo físico, alcanzan el campo de la vida celular, bombardean los átomos, les elevan la vibración interior e inyectan en las células una vitalidad más intensa. En consecuencia, acelera los cambios (asimilación, eliminación), resultando en una alteración benéfica que repara lesiones o equilibra funciones en el cuerpo físico.
En las operaciones quirúrgicas hechas directamente en el cuerpo físico, los espíritus operadores incorporan en el propio médium que dispone de esta facultad. Este, como autómata, opera al paciente con los mismos instrumentos de la cirugía terrena, sin embargo sin anestesia y dispensando cualquier precaución de asepsia. En ciertos casos, aunque son raros, el espíritu incorporado logra el mismo resultado quirúrgico utilizando objetos de uso doméstico (navajas, tijeras, garfios o estiletes comunes) como instrumentos operarios, igualmente sin ningún cuidado anti-séptico.
El cirujano invisible incorporado en el médium corta la carne del paciente, extirpa excrecencias mórbidas, drena tumores, desata atrofias, facilita la circulación obstruida, reduce bloqueos o elimina órganos irrecuperables. Semejantes intervenciones, más allá de su absoluto éxito, son realizadas en un espacio de tiempo exiguo, muy por encima de la capacidad del más abalado cirujano del mundo físico. En tales casos, los médicos desencarnados hacen sus diagnósticos rápidamente, con absoluta exactitud y sin necesidad de placas radiográficas, electrocardiogramas, hemogramas, encefalogramas o cualquier otra investigación de laboratorio.
En esas operaciones mediúmnicas procesadas directamente en la carne, los pacientes operados tanto pueden presentar cicatrices o estigmas operatorios como quedar libres de cualquier señal quirúrgica. Después de la operación, ellos se levantan joviales y sin ninguna dificultad o dolor, manifestándose sorprendidos por su alivio inesperado y la eliminación súbita de sus males.
Cuando opera incorporado en el médium, el espíritu siempre es auxiliado por compañeros experimentados en la misma tarea, que cooperan y ayudan en el control de la intervención quirúrgica, en el diagnostico seguro y rápido y en el examen anticipado de las anomalías de los enfermos a ser operados. Entidades experimentadas en la ciencia química trascendental preparan los fluidos anestesiantes y cicatrizantes, transfiriéndolos después del mundo oculto para el escenario físico a través de la materialización en la forma líquida o gaseosa, conforme sea necesario.
Cirugías a distancia
Aunque el éxito de las operaciones mediúmnicas dependa especialmente del ectoplasma ofrecido por un médium de efecto físico y controlado por los espíritus de médicos desencarnados, hay circunstancias en que, debido al tenor sano de los propios fluidos del enfermo, las operaciones producen resultados milagrosos en el cuerpo físico, a pesar de ser procesadas solamente en el periespíritu.
El proceso de “refluidificación”, con el aprovechamiento de los fluidos del propio enfermo, recuerda algo del recurso de cura adoptado en la hemoterapia practicada por la medicina terrena, en la cual el médico incentiva la energía de la persona debilitada extrayéndole sangre y, enseguida, inyectándola nuevamente en ella, en un proceso que acelera la dinámica del sistema circulatorio.
No obstante, incluso que se traten de operaciones mediúmnicas hechas directamente en la carne del paciente o mediante fluidos irradiados a distancia por las personas de magnetismo terapéutico, el éxito operatorio exige siempre la interferencia de espíritus desencarnados, técnicos y operadores, que someten los fluidos irradiados por los “vivos” a un avanzado proceso de química trascendental en los laboratorios del lado espiritual. ¿Y cuáles son las diferencias entre cirugías realizadas con la presencia del paciente y las realizadas a distancia? En el primer caso, los técnicos desencarnados utilizan el ectoplasma del médium de efectos físicos y también los fluidos nerviosos emitidos por las personas presentes. Esta aglutinación polarizada sobre el enfermo presente posibilita resultados más eficientes e inmediatos.
En el segundo caso, los espíritus operadores procuran reunir y proyectar sobre el enfermo los fluidos magnéticos obtenidos por las personas que se encuentran reunidas a distancia, en el centro espírita. Sin embargo, como se trata de fluidos más débiles de los ofrecidos por el médium de fenómenos físicos, ellos son sometidos a un tratamiento químico especial por los operadores invisibles, a fin de obtener resultados positivos. Incluso así, los fluidos transmitidos a distancia sirven apenas para las intervenciones de poco tamaño, pues, siendo fluidos heterogéneos, exigen la “purificación” a la cual nos referimos.
Existen algunos factores que impiden las cirugías a distancia de ser tan eficaces y seguras como las intervenciones directas. Para mucho de esos voluntarios donadores de fluidos, faltan la voluntad disciplinada y la vibración emotiva fervorosa, que potencian las energías espirituales. Además, en los días destinados a esos trabajos espirituales, los médiums deberían someterse a una alimentación sobria, ya que, después de una comida a veces indigesta, el individuo no tiene disposición para tomar parte en una tarea que exige concentración mental segura.
Dificultades para los espíritus curadores
Durante el tratamiento fluídico operado a distancia, la cura depende mucho de las condiciones psíquicas en que los enfermos fueran encontrados durante la recepción de los fluidos. Los espíritus terapeutas enfrentan serias dificultades en el servicio de socorro a los pacientes cuyos nombres están inscritos en las listas de los centros espíritas, pues además de las dificultades técnicas resultantes de cierto desequilibrio mental del ambiente donde ellos actúan, otros obstáculos los aguardan, en virtud del estado psíquico de los propios enfermos. A veces, el enfermo tiene la mente saturada de fluidos sombríos, en base a las conversaciones maledicientes, intrigas, calumnias y malicias. En otros casos, allí está él con una excitación nerviosa por causa de alguna violenta discusión política o deportiva, así como es encontrado envuelto en humo intoxicado del tabaco o de la bebida de un alcohólico. Otras veces, los fluidos irradiados de las sesiones espíritas penetran en los hogares enfermos, pero encontrando el ambiente cargado de fluidos agresivos, provenientes de discusiones ocurridas entre sus familiares. Es evidente que los desencarnados tienen poco éxito en su tarea abnegada de socorrer a los enfermos cuando estos vibran llenos de odio, venganza, lujuria, codicia o cualquier otro sentimiento negativo.
Cirugía durante el sueño
Las operaciones quirúrgicas realizadas en el periespíritu durante el sueño sólo alcanzan la causa mórbida en el tejido etérico de este, sin embargo, después de algún tiempo, comienzan a desaparecer sus efectos mórbidos en la carne, por el mismo fenómeno de repercusión vibratoria. En este caso, como los enfermos operados ignoran lo que les ocurre durante el sueño o incluso en el momento de vigilia y reposo, oponen dudas en cuanto a esa posibilidad. Una vez que esos enfermos, habiendo sido operados en el periespíritu, no comprueban de inmediato cualquier alteración benéfica en su cuerpo físico, general mente suponen que han sido víctimas de un fraude o un completo fracaso en cuanto a la intervención. Ocurre que la transferencia reflejada de las reacciones producidas por esas operaciones se procesa muy lentamente, llevando semanas y hasta meses para manifestar sus efectos benéficos en el organismo. Además de eso, hay casos en que el enfermo recibe asistencia de sus guías espirituales debido a la circunstancia de emergencia, que no altera el determinismo de su rescate.
Toda cura se da por la acción fluídica, ya que el espíritu obra a través de los fluidos. Tanto el periespíritu como el cuerpo físico son de naturaleza fluídica, aunque en diferentes estados, habiendo relación entre ellos. El agente de la cura puede ser encarnado o desencarnado y en ella pueden ser utilizados o no procesos como el pases, agua fluidificada y otros, además de la intervención en el periespíritu o en el cuerpo.
En la cura por efectos físicos, la alteración orgánica en el cuerpo físico es inmediatamente visible o plausible de constatación por los sentidos o la preparación material. En la acción fluídica sobre el periespíritu, la cura será evaluada después, por los efectos posteriores en el cuerpo físico. Obrando a través de los centros anímicos, órganos de unión con el periespíritu, se alcanza este, que también se beneficia al purificarse por la aceleración vibratoria, volviéndose, así, incompatible con las de más bajo patrón. Es de esta forma que se operan las curas de perturbaciones espirituales, en la parte que se refiere al perturbado propiamente dicho. Sabemos que la mayor parte de las molestias de fondo grave y permanente no pueden ser curadas porque representan rescates Kármicos en desarrollo, salvo cuando hay permiso de lo Alto para curarlas. Entre tanto, hay beneficio para el enfermo en todos los casos, porque si conseguirá, minimamente, una atenuación del sufrimiento.
La cura en la mano de todos
La facultad de curar por la influencia fluídica es muy común y puede desenvolverse por el ejercicio. Todos nosotros, estando saludables y equilibrados, podemos beneficiar a los enfermos con pases, irradiaciones, agua fluidificada, etc. Aprendiendo y ejercitando, desenvolvemos nuestro potencial de acción sobre los fluidos. El poder curativo está en la razón directa de la pureza de los fluidos producidos, como cualidades morales o purezas de intenciones, de la energía de la voluntad, cuando el deseo ardiente de ayudar provoca una mayor fuerza de penetración, y de la acción del pensamiento, dirigiendo los fluidos en su aplicación.
La mediumnidad de cura, sin embargo, es muy rara, espontánea y se caracteriza por la energía e instantaneidad de la acción. El médium de cura obra por el simple contacto, por la imposición de las manos, por la mirada, por un gesto, incluso sin el uso de ningún medicamento. En el Evangelio, existen numerosos relatos donde Jesús o sus seguidores curan por la acción fluídica, algunos de ellos examinados por Allan Kardec, en el libro La Génesis, capítulo XV.
Condiciones fundamentales para la cura
Es lícito buscar la cura, pero no se puede exigirla, pues ella dependerá de la atracción y fijación de los fluidos curadores por parte de aquellos que deben recibirlos. La cura se procesa conforme nuestra fe, merecimiento o necesidad. Cuando una persona tiene merecimiento, su existencia necesita continuar o las tareas a su cargo exigen buena salud, la cura podrá ocurrir en cualquier tiempo y lugar, hasta sin intermediarios (aparentemente, porque la ayuda espiritual siempre habrá). No obstante, a veces, el bien del enfermo está en continuar sufriendo aquel dolor o limitación, que lo reajusta y equilibra espiritualmente, lo que nos hace pensar que nuestra oración no fue oída. Para eso, veamos lo que dice Emmanuel, en el libro Siembra de los Médiums, en el capítulo “Oración y Cura”: “Acordemosno de que las lesiones y llagas, frustraciones y defectos en nuestra forma externa son remedios del alma que nosotros mismos pedimos a la farmacia de Dios.
La cura sólo se dará con carácter duradero si corregimos nuestras actuales condiciones materiales y espirituales. La verdadera salud y equilibrio viene de la paz que en espíritu supimos mantener, dónde, cuándo cómo y con quién estuviéramos. Empeñémosno en curar males físicos, si es posible, pero recordemos que el Espiritismo cura sobre todo las molestias morales.” De una manera primorosa, Allan Kardec nos sitúa sobre el asunto: “La cura se opera mediante la sustitución de una molécula malsana por una molécula sana. El poder curativo está, pues, en la razón directa de la pureza de la sustancia inoculada, pero depende también de la energía de la voluntad que, cuanto mayor fuera, más abundante emisión fluídica provocará y tanto mayor fuerza de penetración dará al fluido. Depende aun de las intenciones de aquel que desee realizar la cura, sea hombre o espíritu.” De ahí se desprende que son cuatro las condiciones fundamentales de las cuales depende el éxito de la cura: el poder curativo del fluido magnético animalizado del propio médium, la voluntad del médium en la donación de su fuerza, la influenciación de los espíritus para dirigir y aumentar la fuerza del hombre y las intenciones, méritos y fe de aquel que desea curarse.
Por Edvaldo Kulchesk.
Este artículo fue publicado en la Revista Cristiana de Espiritismo, edición especial 02.